Acostados en la cama (acurrucados), acariciandonos las espaldas, mientras aspirabamos el perfume del amor (testosteronas y feromonas a mil), acerca sus labios a mi oído y pronuncia en vos baja, casi un suspiro, lo indecible, lo prohibido. Esas dos palabras que lo cambian todo. De repente, sentí en el estómago, más que mariposas, los pajaros furiosos de hitchcock (sistema simpático activado. Y si no entendieron, revisen biología de segundo año CABA) y mis labios se posaron en los suyos. Lo había dicho. Había vencido su tabú. Había dicho las dos palabras, que separadas no tienen sentido alguno, pero juntas, eran las necesarias para que cualquier persona cayera a sus pies. Estaba por completo embobada.
Te amo, te amo, te amo. No era mi imaginación, era real. Y durante todo un día lo repetí en mi cerebro, despierta y dormida, mientras recordaba sus brazos fuertes abrazandome, al son de nuestra agitada respiración.
24 horas y sigo sonriendo como una idiota, temblando de la empción. Ésto de enamorarse es peligroso....
S.A.
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