sábado, 1 de septiembre de 2012

Lo malo de tener un Corazón Joven.

Recordar las secuencias del día anterior, lo que las "otras" le habían escrito, las cartitas que le habían hecho, los e(ho)rrores gramáticales, la letra, la caligrafía. Los regalos. Las anecdotas. Todas de ellas. Ninguna mía.
Y pensar que, como dicen los abuelos, todo esta inventado, y por eso referirse a que todo esta hecho, que nunca vas a hacer un cambio o dejar tu legajo en la vida de esa persona, en la vida de la persona que amas. Y acordarse de las "otras". Cuerpo de reloj de arena, skinny bitches, senos redondeados y perfectos. Y después mirarme en el espejo y llorar, porque nunca voy a estar a la altura, y tener un nervious breakdown.
Hasta ahí, parecía una típica escena de domingo a las 6 de la tarde.
El único problema: era sábado. Y él estaba conmigo. En la cama. Acostados. Descansando, cansados de estar cansados, cansados de la luz, del calor, de la conhudez ajena.
Y se me escapa una lagrimita fugitiva (y que conste que, por lagrimita fugitiva, hago referencia a las catarátas del Niagara).
Me pregunta qué me pasa, y le respondo la verdad: suelo tener breakdowns nerviosos. Pero eso es tan sólo una media verdad.
Lloro porque tengo miedo de, no estar a su altura (lo cual es irónico, porque para mi edad soy bastante alta. Es un dato al azar, para cortar con la amargura. Prosigo.-).

De no ser lo sufiecientemente linda, lo suficientemente buena, alocada, rockera. De no ser lo suficientemente buena para él.
Porque, él supero todas mis espectativas. 

Y si bien el me dice que soy hermosa y que me ama, quizás tenga que aprender yo a quererme.


Sólo lamento  tener un corazón tan joven.

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