lunes, 10 de diciembre de 2012

Crónicas de una gorda neurótica, parte 1.

Bipolar de mierda.
Inútil.
Gorda, puta, tarada, fea, incogible, pescado, inservible.
Inútil.
Inútil.
Inútil.
Esos son sólo algunos nombres por los que me llamaron.

Me pongo nerviosa, me siento a leer manga en la computadora y me descubro a mí misma leyendo algo más neurótico que yo, Deadman Wonderland.

No soporto la presión, cedo ante el gusto y me bajo un cuarto kilo de helado.
Sola.

La panza duele, tengo ganas de vomitar y sigo comiendo. Sólo porque justo ahora, que acabo de seguir engordadno, no voy a parar.

Pero no lloro. Nunca lloro. Siempre me enseñaron que llorar está mal, por eso nunca me gusta que me vean llorando, por eso nunca lloro,

Y la presión en el pecho se hace fuerte.

Y ya siento el dolor de cabeza que antecede mis ganas de vomitar, pero no lloro, porque sólo lloro cuando no aguanto más la presión.
Pero no paro.

Y leo, y como, y leo comiendo escribiendo esta entrada.

Y me pregunto porque nunca voy a poder ir a un psicólogo, o porque nadie conoce mi lado oscuro, mi verdadero lado obscuro.

Porque es realmente oscuro. Y ahí aguardan todo tipo de ideas de muerte, suicidio, traumas, pesadillas y otras cosas innombrables, esperando agazapadas a que ceda a la presión para aflorar en mi mente y recordarme que no soy normal, ni remotamente normal.

Y que no debería estar viva, porque sólo le hago mal a la gente.



Pero se que, tarde o temprano, todo va a estar bien y voy a volver a mi cuarto a leer mis libros, en posición fetal, mientras le mando mensajes a mi novio esperando que responda, sólo como para asegurarme de que me sigue amando.

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